Un día, en el autobús, alguien me dijo: "El amor cuando es bueno te hace feliz, cuando es malo, te quita la vida". Para explicar lo que es un amor bueno y un amor malo sólo habría que darle la vuelta: "el amor cuando te hace feliz es bueno, cuando te quita la vida, es malo". Es una forma rápida, sencilla y directa de explicar un tema amplio y a veces ambiguo en el que la objetividad es muy importante. Lo primero que hay que concienciarse es que nadie necesita a nadie, aunque a veces sintamos que no podemos vivir sin esa persona. Podemos sentir que no queremos vivir sin esa persona, pero eso es un estado que desaparece con el tiempo. Nadie muere de amor.
Pero centrémonos en los amores malos, las relaciones destructivas que poco a poco
nos van "comiendo terreno", nos transforman interiormente para peor y nos hacen vivir situaciones intolerables. Cuando te enredas en el círculo vicioso de un amor destructivo hay que tomar las riendas, coger el toro por los cuernos y decir "¡Basta!", pero no a la otra persona, sino a nosotras mismas. Tenemos que ser conscientes de que si no es lo que queremos, si no queremos vivir así, NO HAY QUE SEGUIR ADELANTE. El amor tiene que aportarnos cosas positivas, ser un incentivo en nuestras vidas. En el momento en el que empieza a ser un lastre que nos hunde, hay que eliminarlo y seguir adelante, avanzar. Eso no significa tirar la toalla a las primeras de cambio, estamos refiriéndonos a problemas que no tienen solución, hechos que no deben ser tolerados, momentos que no deberíamos vivir... como decía antes, cuando empieza a ser un lastre.
¿En qué consiste ese círculo vicioso? La sensación de que no quieres vivir sin esa persona, la expectativa de que no se vuelva a repetir y la esperanza de que cambie nos pueden llevar a soportar un amor malo. A veces podemos llegar a pensar ¿qué más puedo hacer para solucionar esto si nada de lo que hago funciona? Eso seguramente significa que no hay solución. Es el momento de tomar una decisión. Lo primero que hay que hacer es aceptar que la situación no se va a modificar, acabar con esas expectativas y esperanzas y plantearse si somos capaces de soportar vivir así o no. Una vez hemos aceptado la realidad el tomar una decisión puede ser difícil por eso de que "le necesito", "le quiero", "no puedo vivir sin él". Tendremos que dar un paso más y aceptar que eso no es cierto, que el amor es una enfermedad que se cura con el tiempo y lo que al principio nos puede ahogar en llanto a la larga puede ser positivo. Hay que tener visión de futuro y razonar, "sé que durante un tiempo lo pasaré mal pero en un futuro, ¿seré más feliz sin él?".
Y si por fin decidimos romper la relación tenemos que ser conscientes de que habrá momentos en los que flaqueemos y sintamos deseos de dar un paso atrás y retomar la relación. En esos momentos hay que recordar los motivos que nos llevaron a poner el punto y final. En muchos casos él nos puede prometer que cambiará, que ha aprendido la lección... chicas, eso no ocurre jamás. Eso que dicen de que la cabra tira al monte es cierto, el que es de una manera no cambiará más allá de lo que dependa de la madurez. Al principio todo será perfecto y llegarás a creer que ha cambiado, pero con el tiempo todo vuelve a su estado normal, volverá a ser quién es. Y es que el león seguirá siendo león aunque quiera disfrazarse de cebra y los camaleones siempre serán de color verde aunque en ocasiones cambien de color para confundirse con su entorno. Hay que usar la lógica: ¿realmente queremos volver a amarrarnos el lastre a la cintura? En realidad todo empieza con saber lo que queremos. ¿Cómo quiero vivir? ¿Qué tipo de relación me hace feliz? ¿Qué me gusta, qué estoy dispuesta a tolerar y qué no? Tenerlo claro, establecer unos límites y no admitir que se sobrepasen, tomar ese camino y ser recta en la consecución de nuestro objetivo: FELICIDAD. Por cierto, que muchas veces nosotras también podemos ser el lastre para ellos, porque aunque nos encante decirlo, no siempre ellos tienen la culpa de todo. Mucha suerte, chicas.