lunes, 11 de abril de 2011

LA SILICONA

Es humano querer mejorar. Estoy segura de que si hubiera una operación en la que se pudiera cambiar el ADN para tener los ojos azules, o la piel rosada, o las piernas largas...tendría éxito. La lástima es que la gente esté demasiado preocupada en “estar buena” y abandonan casi por completo el cuidado de un cerebro. La razón es obvia: ningún tío piropea a una chica que camina por la calle POR EL SIMPLE HECHO DE SER INTELIGENTE...no...los gritos comienzan cuando luce un ajustado pantalón que le marque el buen trasero, cuando viste con un generoso y abultado escote, o una casi invisible minifalda que más que ropa es una putada, porque el índice de movimientos posibles sin que se vea lo que todos quieren ver y la chica en cuestión no quiere que le vean es casi igual a 0.


Entre los chicos se oye comentar: “tío, ayer me enrollé con una tía que estaba buenísima. No veas, chaval, tenía una delantera que ya la quisiera el seleccionador para los mundiales”. Es posible que si se le preguntase de qué hablaron la respuesta fuera: “no se...es que como hablaba muchas tonterías y me aburría cada vez que hablaba le comía la boca para que se callara”.


Es ley de vida que todos tengamos virtudes y defectos. Algunas nacen con unos labios demasiado finos, otras con un pecho similar a una llanura, otras con un trasero demasiado plano... ¿Por qué hablo en género femenino? Porque si un hombre tiene estas características...en realidad no pasa nada. Pero si una chica es gorda, de labios finos y pecho y trasero planos y caidos...¡¡menudo cayo!!


Por suerte ya existe solución. Ahora las mujeres podemos convertirnos en “hermosos clones de la muñeca Barbie”, luciendo hermosos senos de plástico de la talla 100 más insensibles que Risto, preciosos labios a lo Carmen de Mairena del mismo material y operarnos todo lo operable para estar monísimas de la muerte y quitar el hipo a todos los obreros, taxistas y repartidores habidos y por haber.


Ya no importa que esa belleza sea artificialmente añadida. Tampoco que el resultado de operación tras operación nos convierta en personas físicamente tan parecidas, somos guapas y no importa que seamos iguales. Ni siquiera es importante ya que estos “materiales” estén metidos durante años en nuestro cuerpo...no puede ser sano, pero no importa porque estamos buenas.


Ahora podemos acudir a un centro especializado y pedir como pedimos en la carnicería: “quiero los labios de Yola Berrocal, los pechos de Sabrina, la nariz de Elsa Pataky y los pómulos como los de la chica esta que acaba de salir...si, la rubita....y quítame la grasa de aquí, de aquí y de aquí...” El resultado nos hace parecer adoptados por nuestros padres, porque cambiamos toda la herencia genética, pero qué más da si nos parecemos a la portada del Interviú del mes pasado.


No hay que tener en cuenta si luego es mejor que tengamos la boca cerrada porque en lugar de hablar parezca que ladramos, ni que solamente sepamos sonreir con cara de pazguatas cuando utilicen dos palabras que aunque estén en el diccionario de la RAE no tengamos ni la más remota idea de lo que significan, aunque si nos ponemos a pensar nos parece que es una clase de animal... Si el chico empieza a aburrirse no hay que preocuparse...se puede volver a atraer la atención desabrochando el primer botoncito de la camisa para que se vea el Gran Cañón del Colorado en el que el artista de Corporación Dermoestética ha convertido nuestro antiguo canalillo.


Chicas...si seguimos así el siguiente paso es ponernos junto al jarrón de cristal de bohemia en una estantería de salón luciendo como un bonito objeto decorativo que no sirve nada más que para eso: decorar. Este es el futuro al que nos dirigimos...pero yo prefiero esperaros aquí leyendo un libro.

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