¡Oye, tú, a ti te hablo!
¡Tú, aparente gran señor!
Vas con cara de cordero
exhibiendo pulcritud
como un rico su dinero
y una prolija actitud
mas tu mano se alza luego
para cruzarle la cara.
Avergüenzas a la gente
tu hombría es sólo una máscara.
Los moratones no duelen,
lo que hieren son sus entrañas
y ella ya no te quiere:
se queda porque es tu esclava.
Dime tú, hombre valiente
¿y si ella se rebelara?
¿y si un día decidiera
cerrar la puerta a su espalda?
¿Correrías también tras ella
para acabar de matarla?
Con cada uno de tus golpes
vas perdiendo las agallas.
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